martes, 4 de octubre de 2016

¿Qué es la Misericordia?

Constatamos a diario cómo algunas palabras y frases se desgastan, cómo pierden su significado primero. Pensemos en la palabra amor, tan cantada y maltratada, que algunos identifican con practicar el sexo en su aspecto genital, o la palabra caridad, que muchos contraponen a la justicia, o la palabra limosna, o adiós, etc.

Me temo que con la palabra “misericordia” pase lo mismo. Algunos la confunden con otras, o la desprecian porque es la “virtud de los débiles”. Otros la identifican con compasión, empatía, solidaridad, voluntariado, y no es lo mismo. Compasión, por ejemplo, aunque en su etimología signifique padecer con otro, para muchos es sinónimo de lástima, piedad, clemencia, etc.; empatía es un sentimiento de identificación con algo o alguien, capacidad de identificarse con otros y compartir sentimientos, y no son malos los sentimientos, pero son mudables; solidaridad, que significa dar y estar con el que está solo, aunque en muchas ocasiones es sucedáneo de fraternidad, palabra que se evita hoy en nuestra cultura- no olvidemos los ideales de la Revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad-, porque supone reconocer que hay una madre y un padre, porque sin un padre o una madre común no hay hermanos; otras veces se confunde con voluntariado que consiste en dar y ocupar unas horas nuestro tiempo libre en beneficio de los demás. 

Pero la misericordia es más que empatía, compasión, solidaridad, voluntariado, etc. ¿Qué es y qué significa la palabra misericordia? El Diccionario de la Real Academia, en una de sus últimas ediciones en papel, recoge cinco significados. El primero dice que es una virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos. El segundo alude a las piezas de los asientos de los coros de las iglesias antiguas en las que se apoyaban disimuladamente para descansar en los rezos, etc., cuando se debía estar de pie. El tercero alude al puñal con el que solían ir armados ciertos soldados de la Edad Media para rematar al enemigo. El cuarto -es curioso que lo sitúen en cuarto lugar-, afirma que es un atributo de Dios en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus criaturas. Y por último, porción pequeña de alguna cosa que suele darse de caridad o limosna.

La palabra misericordia es una palabra española que proviene del latín y está compuesta por la unión de otras dos palabras, miseri y cordia; miseri, es decir, miseria, míseros y cordia, corazón. Significa corazón abierto a la miseria o a los míseros. Pero no un corazón entreabierto, que solo toque tangencialmente el dolor y la miseria del otro, sino que lo integra en su propia existencia, se hace miseria, asume nuestra debilidad en su carne e historia, se deja herir por la situación del hermano, y ayuda con toda su mente, su alma, manos, pies, inteligencia... con todo cuanto es y tiene. Es lo que ha hecho y hace Jesucristo, que siendo rico se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza, con su amor, servicio y entrega. Jesucristo no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que, al contrario, se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo, y se hizo semejante a los hombres en todo, menos en el pecado, e incluso cargó con nuestros pecados para liberarnos del mal y de la muerte.

Todos, en cierto modo y medida, estamos en estado de miseria. Todos somos pobres en algunos aspectos de la vida, todos estamos sujetos a las desgracias e infortunios, todos somos débiles y necesitados de misericordia. ¿Quién tiene asegurada la salud, el cariño, la virtud, la vida sin pena, sin dolor, ni lágrima alguna? Incluso el rico, el que parece que no le falta de nada, el que todo le sale a pedir de boca, el que parece que triunfa en todos los aspectos de la vida, a veces sólo tiene dinero, pero no es amado, ni querido, es temido, no tiene amigos, tiene competidores, no es comprendido ni tiene libertad, anda con temor a los ladrones o a la justicia. Y el más pobre entre los pobres es quien no tiene a Dios, no sabe que Dios le quiere, le ama, le perdona, le sostiene y acompaña, le espera; no sabe que nuestra gran riqueza, esperanza y alegría es Dios, que sólo él puede llenar el corazón humano, porque «nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti» (San Agustín). Pobre es quien se olvida de que el amor y la misericordia de Dios es la que salvará al mundo, hace posible la convivencia humana en justicia, libertad, verdad y caridad.

Abrámonos a la misericordia y seamos misericordiosos.

+Manuel,
Obispo de Palencia

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