lunes, 18 de julio de 2016

Beber en la fuente

En estos días en los que el sol dora las mieses y el calor se hace sentir con su fuerza, nos hace sudar, y todos buscamos la sombra bienhechora y ansiamos el vaso de agua fresca y vitalizante, me hace pensar en otra posibilidad de las vacaciones y el tiempo de descanso: la posibilidad de renovar nuestros encuentros.

El hombre es fruto de muchos e ininterrumpidos encuentros. El concepto y la realidad del encuentro es una clave para entendernos a nosotros mismos, la historia y para proyectar el futuro personal, familiar y social, tanto a escala pequeña como planetaria.

Hoy quisiera detenerme y, brevemente, como quien hace una parada para respirar, proponerte beber en una de las muchas fuentes que nos brindan agua fresca, ánimo y aliento para seguir adelante, como aquella que renovó los ánimos de David, rey cuando exclamó «¿Quién me diera a beber agua del pozo que está junto a la puerta de Belén?» (1 Cr 11, 17): el encuentro con la naturaleza. Sin duda todos, o si no todos muchos de vosotros, sabéis que el papa Francisco nos ha regalado hace un año, en mayo de 2015, una carta, personal, larga y hermosa, titulada “Laudato si” - “Alabado seas, mi Señor”, sobre el cuidado de la casa común. La casa común es la tierra, la naturaleza toda, es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana madre tierra, la cual sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba» (San Francisco, Canto de las criaturas).

«Esta hermana clama por el daño que le provocan a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos pensado que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire, en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime con dolores de parto” (Rm 8, 2). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (Gn 2, 7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura» (LS, 2).

La cita ha sido larga. La he recogido íntegramente para invitarte estos días a leer -leer es como beber en otra fuente- la carta del papa Francisco, meditarla y actuar. No perderás el tiempo. Merece la pena. No solo los llamados ecologistas; todos debemos ser y defender una ecología integral. Además de enterarnos de cómo está la casa común, la tierra, la naturaleza, se nos invita a actuar. Hoy buscamos la unión de todos en un desarrollo sostenible e integral; las cosas pueden y deben cambiar. Y aquí tenemos una fuente en la que beber.

Encontrémonos con la tierra, el aire, el agua, la montaña, los campos, el mar...; amemos, pongamos oído atento a sus voces, identifiquémonos, respetemos y defendamos la casa común, demos gracias a los que nos precedieron y la conservaron para nosotros y alabemos juntos al Señor, Creador y Dios nuestro, que nos la ha dado y da.

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