viernes, 8 de julio de 2016

A las órdenes de los obispos

La toma de posesión de nuestro obispo D. Manuel, me anima a traer un aspecto de la vida de Santo Domingo, que ayuda a comprender la obra que comenzó hace ocho siglos el “sembrador de la Palabra”. Nuestra Constitución Fundamental dice: «Hechos cooperadores del orden de los obispos por la ordenación sacerdotal, tenemos como oficio propio la función profética por la cual [...] el Evangelio de Jesucristo es anunciado en todas partes con la palabra y el ejemplo» (Parágrafo V). La colaboración con los sucesores de los apóstoles está en la genética de nuestra Orden, heredada desde el inicio de nuestro fundador, como en la misión primera de acompañar al obispo de Osma en la misión real. Está en el primer amanecer de los Frailes Predicadores.

Restaurados entre 1211 y 1213 los principales obispados de la provincia Narbonense, se eligió para las sedes episcopales, a abades que se habían mantenido fieles a la “Santa Predicación” y no “contaminados” con las ideas cátaras. Pero Domingo rechazó, por dos veces, la dignidad episcopal para la que se le había elegido. Quería predicar con humildad, con la autoridad. No predicar sin misión, costumbre arraigada entre los cátaros.

Recibe en ese momento el mandato de predicar del obispo de Carcassonne, será nombrado más tarde vicario in spiritualibus del obispo Gui, y en su ausencia, predica la Cuaresma en la catedral y en la plaza de la ciudad-fortaleza. Una vez el obispo Gui en su sede, Domingo regresa a Prulla, lugar de la fundación de las contemplativas. Ahora el obispo Fulco le encarga atender la parroquia de Fanjeaux. La nueva etapa apasiona a Domingo, predicanado a gentes sencillas y desorientadas, el cara a cara de la predicación, “metido en el fango con aquellos que están atrapados, para juntos salir victorioso”. “Los caballeros que ocupan estas tierras son amigos de los cátaros. Se le amenaza. Y la crueldad del martirio, como el que cada día sufren los cruzados y los sacerdotes prisioneros del conde de Foix, será para Domingo un privilegio del Señor” (Cfr. P. Vicaire).

Poco a poco se unen compañeros. Posee un santuario y limosnas que el obispo le deja y rentas concedidas por el conde. Se perfila un proyecto, no personal, sino eclesial, en comunión con los pastores para cuidar el rebaño de Cristo. Se va formando una comunidad de Hermanos que partirán, con pobreza evangélica, enviados por los obispos a llevar la Palabra de Dios. ¿Vuelve a renacer la predicación de Jesucristo? ¿No hicieron lo mismo los apóstoles, buscando colaboradores para anunciar la buena noticia? Esa era la idea de fray Domingo y ese es el ideal de sus hijos 800 años después.

Fray Luis Miguel García Palacios, O.P.
Subprior del Convento de San Pablo

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