lunes, 11 de abril de 2016

Preparando el terreno, para poner los cimientos

Finalizada la misión real Domingo y Diego se plantean volver a la “tranquilidad” del claustro canonical de Osma, o atender a las pobres gentes que hacían exclamar a nuestro santo “¿qué será de estos pobres pecadores?”. Pero hay que hacer una aclaración. Domingo de Guzmán, no identifica pecadores como una persona que trasgrede un precepto o norma religiosa. Domingo los entiende como los alejados, los que no conocen la “Buena Noticia” de salvación. Y podríamos poner en su boca: “¿Cómo permanecer sin hacer nada habiendo tantos que no conocen a Cristo, que es la salvación?”

Así pues, nuestros buenos compañeros de fatigas, sin la pesada carga de las misiones reales, se dirigen a Roma, pues el Obispo de Osma debe despachar, con el papa Inocencio III, asuntos de importancia, en especial uno, de carácter personal, que no puede hacer embajador alguno. Acaba de presentar al papa la dimisión como obispo de Osma, pues se propone dedicarse al apostolado entre los paganos.

Era necesario verse libre de esta “atadura” para dedicarse por entero a la tarea, que a ambos apremiaba. La idea estaba en el ambiente con el que se encontraron al llegar al mediodía francés. En todo el centro de Europa, se organizaban movimientos encabezados por obispos para “combatir” el avance de la herejía. Estos, acudían a los regulares, especialmente a premostratenses o cistercienses, y, en algún caso y con menor éxito, a la Órdenes militares.

Los obispos con mayor celo por esta tarea, necesitarán del apoyo, no solo económico de los nobles y reyes, sino que en muchos casos será necesario el uso de la fuerza para contrarrestar el avance violento de aquellos a los que iba dirigida a la evangelización. Podemos, fácilmente, entender, que en este escenario la mezcla de fuerza, política, religión y herejía, producirá unos resultados, más bien, alejados del Evangelio y del fin que se pretendía. Muerte, guerra y destrucción no era el terreno adecuado para sembrar la semilla de la Palabra.

En este escenario Diego y Domingo encuentran algo que en España, no encontraban: un esfuerzo innegable por sobrepasar las empresas y las fronteras militares y llegar por la predicación a los paganos en su propio territorio. Esta labor apoyada por obispos daneses y sajones, se atisbaba más efectiva que la oración antes de entrar en batalla, a la costumbre de las guerras de reconquista contra los musulmanes en Castilla.

Se buscaban sacerdotes ilusionados por esa dura misión. La diócesis de Osma, restaurada con espíritu de renovación, que ahora se precisaba, era para Domingo y Diego tierra vieja. Comenzaba la nueva vida de Domingo.

Fray Luis Miguel García Palacios, O.P.
Subprior del Convento de San Pablo

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