miércoles, 6 de abril de 2016

Empezó a buscar en Kenya y descubrió su vocación en Calabazanos

Sor Rosa María con su hermano Joseph
¿Se imaginan llegar a un lugar que está a más de 6.000 kilómetros de su país, desconocer el idioma que hablan el resto de personas, descubrir por primera vez lo que es la nieve, probar nuevos sabores, vivir un estilo de vida totalmente distinto al que habías vivido previamente, sentirte lejos de tu familia y a pesar de todas estas dificultades poder manifestar que sientes una alegría inmensa y que te sientes como si estás subiendo al cielo? Pues esto es lo que dice Sor Rosa María, el día antes de profesar sus votos solemnes como clarisa del Monasterio de Nuestra Señora de la Consolación en Calabazanos.

Sor Rosa, su nombre anterior es Florence, nació en Kenya y hace poco más de 7 años llegó hasta el monasterio de las Madres Clarisas en Calabazanos, gracias al consejo y apoyo del sacerdote de su ciudad. Florence participaba en la parroquia y trabajaba en una panadería, se interrogaba por lo que Dios quería para ella pero nunca imaginó formar parte de una comunidad de vida contemplativa, en parte, porque desconocía lo que allí se vive.

El pasado 19 de marzo, festividad de San José, Sor Rosa profesó los votos solemnes en una celebración presidida por el Abad de la Trapa y en la que concelebraron numerosos sacerdotes que la han acompañado en su proceso vocacional. Estaba presente también su hermano venido de Kenya, el sacerdote que facilitó su experiencia en Calabazanos, la comunidad de hermanas clarisas de Nuestra Señora de la Consolación y amigos que celebraron junto a ella este paso que da tan importante y que la vincula a la Vida Contemplativa, servidora de Cristo con los votos de Obediencia, Pobreza y Castidad.
La Madre Abadesa Sor Maria Eucaristía impone el anillo a Sor Rosa

La celebración comenzó abandonando Sor Rosa María la clausura y, acompañada por su hermano Joseph, se dirigió al altar con una danza africana, la recibió el Abad de la Trapa y después de unas palabras del hermano y del propio abad, regresó hacia la clausura donde la esperaba la madre abadesa Maria Eucaristía.

Minutos antes de su profesión solemne, Sor Rosa Maria expresaba su nerviosismo y su gran felicidad por este momento. «Me encuentro más cerca al Señor, a pesar de todas las dificultades, él sigue llamando y nos anima a seguirle y cargar con la cruz. El señor está siempre dispuesto a ayudarnos cuando le invocamos... quiero llegar a ser lo mejor posible en este camino que emprendo...». Una alegría y plenitud que comparte la comunidad de clarisas porque el esfuerzo y sacrificio llevado a cabo durante tanto tiempo va dando sus frutos... junto con Sor Rosa María está otra hermana Teresia que también está profundizando en su proceso vocacional, rezamos por ella y pedimos a Dios que le dé ese impulso que necesita para confirmar su vocación a la vida consagrada.

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Después de vivir esta celebración tan sencilla y al mismo tiempo solemne, me fijo en un hermano trapense que acompaña al Abad y que le ayuda en la celebración, no superará la treintena, fiel a la rectitud y ceremoniosidad que caracterizan a los trapenses pienso que a pesar de la falta de vocaciones, Dios sigue llamando y lo hace con apuestas arriesgadas, sin tibiezas ni ambigüedades...

Sor Rosa María, joven clarisa contemplativa y el joven fraile trapense son dos ejemplos de estas llamadas.

Natalia Aguado León

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