jueves, 19 de marzo de 2015

Día del seminario 2015: «Vuestra soy, Señor; ¿qué mandáis hacer de mí?»

«Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas. Aun en parroquias donde los sacerdotes son poco entregados y alegres, es la vida fraterna y fervorosa de la comunidad la que despierta el deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización, sobre todo si esa comunidad viva ora insistentemente por las vocaciones y se atreve a proponer a sus jóvenes un camino de especial consagración». 
Papa Francisco
Evangelii Gaudium 107


Ser ministro ordenado en esta Iglesia de Cristo en el corazón de Teresa es descubrirse como «siervo del amor», y haberle dado a Dios la honra [Vida 11, 1-4]. Es determinarse a ser pobres, no buscando en el ministerio el camino no solo para que no falte lo necesario, sino incluso lo superfluo. Olvidar que tal puesto no lo es para granjear privilegios. Abrirse a una voluntad que nos envuelve en esa realidad que es hacerse «siervos del amor».

Contemplamos Santa Teresa de Jesús peregrina hacia el corazón de Dios. En sus escritos nos sentimos cercanos a ella en sus luchas, en sus pecados, en el mundo de la familia, en su mundo de amor y en el trato con el Señor y con la gente. La guerra del amor. Y en esa guerra gana Jesús y gana Teresa. Escribe en Exclamaciones del alma a Dios: «¿Por qué yo a mi Amado? Vos, mi verdadero Amador, comenzáis esta guerra de amor» [16, 2].

La imagen del DÍA DEL SEMINARIO, Jesús lavando los pies a sus discípulos, nos lleva al amor que tuvo Santa Teresa hacia los hermanos. Olvido de sí misma y entregada al amor de los hermanos desde la humildad.

«Señor, ¿qué mandáis hacer de mí?», es un grito de amor para hacer la voluntad que nace de sentirse muy amada. En estelema vemos a los seminaristas caminado hacia el servicio de amor en el sacerdocio. Hombres que desde la libertad dicen que “sí” al Señor.

Santa Teresa amaba profundamente a los sacerdotes. Urge a sus hermanas a orar por los sacerdotes. Una urgencia que también debe ser la nuestra.

Algunas preguntas que podemos hacernos...

¿Cómo vivo mi “ser Iglesia”?

¿Peregrino por el camino que nos traza el Papa Francisco?

¿Llevo los Evangelios en el bolsillo y en el corazón?

¿Vivo con deseo la Palabra de Dios?


¿Cómo resuena el «hágase tu voluntad» en mi corazón?

¿Estoy dispuesto a lavar los pies a mis hermanos?

¿Amo a los sacerdotes y a los seminaristas?

¿Me siento responsable de mi seminario?

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