domingo, 19 de octubre de 2014

Domund: Renace la alegría…

Valentín García es misionero comboniano desde hace 27 años. Actualmente se encuentra en Perú donde volvió hace tres años después de dos etapas en Chile y España.

Su trabajo consiste en animar misioneramente las comunidades cristianas y el trabajo pastoral en Chorrillos, un distrito populoso de Lima. Dice con toda certeza que cuando esta en medio de estas gentes sencillas y acogedoras se le llena el corazón de sana alegría. Y que vive la misión como opción de vida de la cual nunca se ha arrepentido.


Escribir algo sobre la misión siempre es agradable, sobre todo, para los que hemos hecho de la misión una opción de vida. Llegué al Perú hace tres años, después de once en Chile, seis en Moncada trabajando en la animación misionera y una primera etapa de trece años en Perú.

Desde la primera etapa de Perú, y esta de tres, hay bastantes diferencias sociales, y en parte, también religiosas. Pero lo que si he visto casi intacto es esa sensibilidad religiosa del pueblo sencillo que confía en la Iglesia y en sus instituciones más que en otras organizaciones o en los políticos.

Mi trabajo en Perú estos últimos años ha sido en el centro de animación misionera de Lima y los fines de semana ayudando en la Parroquia Cristo Misionero del Padre que los Combonianos tenemos en Chorrillos, a las afueras de Lima.

Esta parroquia, prototipo del trabajo pastoral en Lima, desarrolla toda su actividad religiosa y social contando con los laicos, que son allí el verdadero motor de la acción misionera.


El misionero hoy en América Latina está llamado a brindar su mayor apoyo a esta iglesia que está “en salida”, como bien ha dicho el papa Francisco. Esta orientación se sigue, diría yo, al pié de la letra en Chorrillos. Los pobres y necesitados son el sujeto y objeto principal en toda la actividad parroquial.

Para el misionero hoy, vivir la misión es apoyar a esa comunidad cristiana que va desarrollándose, sea en América u otro continente, y comenzar nuevos caminos de misión, especialmente entre aquellos que cuentan con menos oportunidades en la vida y de los que pocos se acuerdan.

El Perú es uno de esos países en los que el misionero tiene un amplio campo de trabajo y de innovación en los métodos a emplear. En este país latinoamericano, la Iglesia es cada vez más autóctona en cuanto a sus miembros. El misionero ad gentes venido de fuera, está dando paso a ese otro misionero local que sale a misionar más allá de sus fronteras. De esta forma, las Iglesias latinas de este continente, se van haciendo cada vez más misioneras.

Este campo de la misión ad gentes debe madurar más todavía en estos países. Decía el ya desaparecido misionólogo chileno Segundo Galilea, que son los misioneros venidos de fuera los que deben trabajar especialmente para que nuestras Iglesias se vuelvan más misioneras con otros países y otros continentes.

La situación económica influye mucho en la convivencia pacífica o violenta de un país. Es cierto que el Perú ha experimentado en la última década, un importante desarrollo económico, sin embargo, según las últimas estadísticas, todavía existen brechas en distintos sectores de la sociedad que generan exclusión e injusticias de todo tipo. Por ejemplo, cerca del 30 % de la población no tiene acceso a los servicios básicos fundamentales para una calidad de vida digna.

Durante el 2013, el Perú tuvo un buen desempeño económico. Esto se vio reflejado en un mayor consumo de la población, en la disminución de los índices de pobreza y en una mayor inversión estatal en los programas sociales. En cuanto a los servicios básicos, también según los últimos datos, la cobertura del agua potable pasó del 77 % al 83 %. Sin embargo, los frutos de este crecimiento están muy desigualmente repartidos, porque todavía hay amplios sectores con grandes carencias por atender, especialmente en las zonas rurales de la sierra y de la Amazonía.

En la educación, el problema más importante es la bajísima calidad de la enseñanza. Pero lo más preocupante es la gran diferencia en el rendimiento entre los estudiantes de nivel socioeconómico alto y bajo, y ni qué decir de la brecha entre las zonas rurales y urbanas.

En la Salud, no es tanto problema de calidad, sino que un importante sector de la población no tiene acceso a ningún servicio de salud, y el alto costo de las medicinas hace que el 50 % de los que tienen acceso no puedan adquirir la totalidad de la receta.

Compromiso misionero. Situaciones parecidas las viven muchos otros países de este continente, y urge que la Iglesia misionera siga comprometida con el anuncio liberador de la fe en ese Dios que es Padre de todos. Es muy urgente poner en práctica las palabras del papa Francisco de vivir la misión en una “Iglesia en salida”.

En el Perú, el misionero ad gentes, por lo general está en esos lugares difíciles de las barriadas de las grandes ciudades, en las alturas de la sierra andina y en el interior de la Amazonía.

La misión hoy como vocación, tiene más sentido en la medida que el joven o adulto, la viva con entrega y alegría entre esas personas que les ha tocado una vida con menos oportunidades que otros y sin ninguna culpa por su parte.

P. Valentín García
Comboniano en Perú

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