martes, 9 de septiembre de 2014

Las Exclamaciones

Sabemos la definición que da a la oración: “es tratar de amistad con quien sabemos que nos ama”. Pero, ¿cómo hablaba Santa Teresa a Dios? Ella misma nos responde en sus “Exclamaciones”, escritas en Toledo, Pastrana y Ávila. Después de comulgar conversaba con Dios y le decía: “¡Oh vida, vida!, ¿cómo puedes sustentarte estando ausente de tu vida? En anta soledad, ¿en qué te empleas? ¿Qué haces pues todas tus obras son imperfectas y faltas? ¿Qué te consuela, oh alma mía, en este tempestuoso mar?”

Trata de la ausencia de Dios, que San Juan de la Cruz, llamará noche oscura del espíritu. La santa busca la respuesta a esa ausencia y encuentra el remedio en la soledad. “Muchas veces, Señor mío, considero que si con algo se puede sustentar el vivir sin Vos, es en la soledad, porque descansa el alma con su descanso, puesto que, como no se goza con entera libertad muchas veces, se dobla el tormento; mas el que da el haber de tratar con las criaturas y dejar de tender el alma a solas con su Creador, ha de tenerle por deleite”. Y termina diciendo: “¡Oh, amor poderoso de Dios, cuán diferentes son tus efectos del amor del mundo!”. Soledad que San Juan de la Cruz hará versos: “En soledad vivía, y a soledad le lleva su querido, también en soledad, de amor herido”.

Hay quejas que son amor, dice Santa Teresa: “Acuérdome algunas veces de la queja de aquella santa mujer, Marta, que no sólo se quejaba de su hermana, antes tengo por cierto que su mayor sentimiento era pareciéndole no os dolíades Vos, Señor, del trabajo que ella pasaba, ni se os daba nada que ella estuviese con Vos”. Otra mañana después de haber comulgado, nos dice: “Oh cristianos, cristianos, mirad la hermandad que tenéis con este gran Dios, conocedle y no le menospreciéis, que ansí como este mirar es agradable para sus amadores, es terrible, con espantable furia para sus perseguidores. Que no entendemos que es el pecado una guerra campal contra Dios”.

Termina diciendo: “Muera ya este yo, y viva en mí otro que es más que yo, y para mí mejor que yo, para que yo le pueda servir. El viva y me de su vida. El reine y sea yo cautiva, que no quiere mi alma otra libertad”.

Germán García Ferreras

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