sábado, 19 de julio de 2014

Vivir “más natural”

Al final de otro curso, nos asomamos desde esta ventana de Pastoral Social para escribir nuestras últimas “Palabras en la arena”. Esperamos que no sean como los castillos de los niños en la playa, tan efímeros como la marea que los lleva. Deseamos que se graben en la roca, que se pongan en práctica. Cinco consejos sencillos que harían de nosotros cristianos atentos, fieles a los “signos de los tiempos”. Cinco apuntes como guía para un mundo mejor, como brotes desde el único lugar de donde surgen los cambios sólidos y duraderos: desde el corazón. Cinco muescas en nuestra conciencia para que, a pesar de todo lo criticable, pasemos a la acción y empecemos a crear esperanza:

EL RITMO DE MI DINERO. De todos es sabido: “poderoso caballero”. El mismo que te “salva” o te “condena”. ¡Pero no es nuestro dios, no puede serlo! Quienes piensan con el bolsillo tratan de convencernos, nos dicen a cada rato que “fuera de él no hay salvación”... y nos llenan de miedo. No obstante sus pies son de barro, también tiemblan. Temen que bajen sus ventas, no ganar lo que esperan... mucho más que el año anterior. Y nosotros les compramos, tragamos sus eslóganes, seguimos el ritmo de su publicidad... Comprarse ropa cada mes, el último móvil cada trimestre, una tele o electrodoméstico a pesar de que los viejos funcionan... todo eso incrementa sus ganancias, la explotación de muchos, el deterioro ambiental... Cáritas nos lo recomienda: “vive sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir”. Sólo un pero: si se reduce el consumo, ¿no aumentará también el paro? Eso nos han dicho; contestamos en los puntos siguientes.

EL DESTINO DE MI DINERO. unido a lo anterior, descubrimos que nuestros ahorros (muchos o pocos) y que nuestra nómina pueden engordar a los más llenos o ir a parar a gente modesta y cercana, vecinos con rostro que hacen de mi pueblo y mi barrio un lugar con vida. Buscar el banco adecuado, que dedique mi dinero a usos éticos (aunque no me dé tanta rentabilidad), no a armas o productos dañinos; gastar en la tienda pequeña, en la frutería o carnicería cuyos proveedores no habitan en la otra punta del mundo. Ganaremos en calidad, en empleos, en prosperidad a medio plazo... no seguiremos el juego a la “comida basura”, a las multinacionales que se llevan nuestros puestos de trabajo a países impronunciables con leyes laborales inexistentes. Otra economía igual de rentable, una economía cercana parecida a la de nuestros padres, que realce nuestra agricultura y ganadería tradicionales (que falta les hace). ¡Claro que, nada de esto será posible si optamos por la comodidad, por comprar todo en las grandes superficies para “ganar tiempo”!... aunque luego lo malgastemos en el sofá. Y sobre todo, un matiz sobre el precio: no siempre sale más caro, como algunos afirman. Debemos buscar, comparar, leer etiquetas... y pensar en el futuro: cuando la gran empresa hunda a los pequeños y elimine competidores, sacará las patatas en el campo de al lado (con menos y más barata mano de obra) y nos las venderá por el triple. Entonces sí saldrá muy caro, ya no servirá lamentarse.


EL PRECIO DE LA COMODIDAD. hemos mencionado un ejemplo, si bien nuestra comodidad no se expresa sólo en el modo de hacer las compras. Existen bastantes actividades (también oficios de siempre) a las que hemos renunciado por comodidad. Preferimos la “eficacia de las máquinas”, tirar el aparato a cambiar la pieza, desechar la ropa a coserla, comprar zapatos a remendarlos... Y generamos paro y desechos, olvidamos habilidades de siempre, rechazamos las buenas costumbres. Reutilizar, reducir, reciclar... todo acoge muchas vidas.

LAS RAZONES DEL GENEROSO. que surgen de un proceso previo: desintoxicarse. Desenchufarse de la tele, desenmascarar los mensajes dirigidos a la masa. Nos dicen que “valemos lo que tenemos”, que “más dinero es más libertad”, que encontramos nuestra felicidad en la “diferencia estética”, la identidad en la “distinción” (entendida como un modo de vida “exclusivo”, acorde a nuestra capacidad adquisitiva). No obstante, lo único que nos hace distintos, que nos otorga auténtica identidad es el lenguaje del amor. Entendemos quiénes somos cuando pensamos en los otros, no cuando nos alejamos; cuando les dedicamos nuestro tiempo, incluso parte de nuestros ingresos. Nos sale a cuenta porque descubrimos en nosotros sentimientos inéditos, como la gratuidad o el gozo de compartir (de eso saben mucho los voluntarios), y hallamos razones para lo que parecía “inviable”... ¡hallamos hasta tiempo y dinero! Metidos en harina, quizá nos dé por competir en bondad, y tal vez lleguemos a afirmar como el protagonista de La lista de Schindler: “podría haber hecho más”.

EDUCAR CON EL EJEMPLO. la base de todo. Sólo se crea escuela con el ejemplo, con la alegría y la naturalidad de quien hace todo esto convencido de que es lo mejor. Ponemos el primer peldaño para las próximas generaciones. ¿Queremos que nuestros hijos vivan frustrados por un “sueño hecho a la medida de cuatro”, o de modo natural, realmente felices?

Es todo, gritar en la plaza aunque parezca que no nos escuchan, por lucidez, por coherencia. Hacer la revolución inteligente, la no violenta. Y si este código se usa como reproche de unos hacia otros, de “perfectos” a “mediocres”, olvídese hasta el extremo. Porque todos/as estamos en camino, y este artículo sólo pretende marcar un rumbo. El juicio corresponde a Dios, a nuestro futuro. Y Él nos promete “un cielo y una tierra nuevas” conforme a nuestros avances... también a pesar de nuestras retrocesos.

Asier Aparicio Fernández
Pastoral Social

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