jueves, 26 de junio de 2014

Sus amigos

Santa Teresa tuvo muchos amigos y muchísimas amigas, religiosas y seglares. Amigos y amigas de distintas Órdenes Religiosas y sacerdotes canónigos, de distintas diócesis o catedrales.

Aprovechando lo que dice, a este respecto, en el capítulo 29 del libro de las Fundaciones, escrito por ella misma y que se refiere a la fundación de Palencia, voy a limitarme, por esta vez, a lo que más interesa a los palentinos.

Comienza el capítulo así: “Habiendo venido de la fundación de Villanueva de la Jara mandóme el prelado ir a Valladolid, a petición del señor obispo de Palencia, que es don Álvaro de Mendoza, que admitió y favoreció al primer monasterio de san José de Ávila. Dejando Ávila y viniendo de obispo a Palencia púsole nuestro Señor en voluntad que hiciese otro de esta sagrada Orden”. Y sigue escribiendo: “Llegada a Valladolid, 8 de agosto de 1580, dióme una enfermedad tan grande que pensaron muriera”.

Hay que tener muy en cuenta que Santa Teresa jamás gozó de buena salud. Siempre estuvo enferma, como dice ella misma, y sin embargo, el espíritu estaba muy sobre los males del cuerpo y recorrió tantos y tantos kilómetros, por malos caminos y en carros de mulas, nada cómodos.

En el número 4 del capítulo afirma: “Acertó a venir allí un Padre de la Compañía de Jesús, llamado el maestro Ripalda, con quien yo me había confesado un tiempo, gran siervo de Dios y le dije que le tomaba en nombre de Dios”.

Nos escribe del canónigo Reinoso a quien escribió pidiéndole la buscase casa para fundar. “No lo conocía para un amigo suyo me dijo que era siervo de Dios y no había de ayudar mucho”. Otro amigo sacerdote, llamado Agustín “gran siervo de Dios” la había prestado dineros para acomodar la casa.

Tenía amigos franciscanos, san Pedro de Alcántara; dominicos, Fray Juan de las Cuevas; a un provisor de nombre Prudencio que “es de tanta caridad con nosotras, que era mucho lo que le debíamos y le debemos”.

Sorprende lo bien que habla de todos sus amigos, muy devotos y de gran caridad y servicio para con las cosas de Dios y de la Iglesia.

Germán García Ferreras

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