sábado, 18 de enero de 2014

¿Es que Cristo está dividido?

Día 1 - 18 de enero

Juntos... estamos llamados a ser santos

l Ex 19, 3-8 l Sal 95 l
l 1 P 2, 9-10 l Mt 12, 46-50 l
Quienes invocamos el nombre del Señor estamos llamados a ser santos, «consagrados por Cristo Jesús». La asamblea del pueblo de Dios se describe como una preciada posesión, un reino de sacerdotes y una nación consagrada.
Nuestra pertenencia a la comunión de los santos como resultado de que Dios nos llama, juntos, a ser raza elegida, sacerdocio real, pueblo de su posesión. Junto a esta llamada está también el deber compartido de «proclamar las grandezas de quien nos llamó de las tinieblas a su luz maravillosa».
Como comunión de los santos, nuestra unidad en Jesús se debe extender más allá de nuestra familia, de nuestro clan o de nuestra clase, al rezar juntos por la unidad y buscar hacer la voluntad de Dios.

Día 2 - 19 de enero

... damos gracias a Dios, ya que nos ha otorgado su gracia mediante Jesucristo

l Dt 26, 1-11 l Sal 100 l
l Flp 1, 3-11 l Jn 1, 1-18 l

La gratitud es una manera de vivir la vida con una profunda conciencia de la presencia de Dios entre nosotros. Es la capacidad de reconocer la gracia de Dios, activa y viva en cada uno y en todos los pueblos en todas partes, y dar gracias a Dios por ello. La alegría que emana de esta gracia es tan grande que abarca incluso a «los inmigrantes que viven en medio de ti».
La gratitud, en el contexto ecuménico, significa ser capaz de alegrarse de los dones de la gracia de Dios presentes en otras comunidades cristianas; una actitud que abre la puerta a un compartir ecuménico de los dones y a aprender unos de otros.
Toda la vida es don de Dios: desde el momento de la creación, pasando por el momento en que Dios se hizo carne en la vida y el trabajo de Jesús, hasta este momento actual en que vivimos. Demos gracias a Dios por los dones de gracia y de verdad dados en Cristo, y que se manifiestan entre nosotros y en nuestras Iglesias.

Día 3 - 20 de enero

... de ningún don carecéis

l Job 28, 20-28 l Sal 145 l
l Ef 4, 7-13 l Mc 8,14-21 l

Aunque hemos sido empobrecidos por la divisió, hemos sido agraciados con abundancia de diversos dones, tanto espirituales como materiales, para edificar su cuerpo.
Aun así, a pesar de las promesas de Dios y de la vida bondadosa y del amor de Jesús, nosotros, como los discípulos... a veces olvidamos nuestra verdadera riqueza: nos dividimos, acumulamos; hablamos y actuamos como si nos «faltara el pan».
Cristo no ha sido dividido: juntos tenemos suficientes dones como para compartir entre nosotros y con «lodo ser viviente».


Día 4 - 21 de enero

... afirmamos que Dios cumple su palabra

l Lm 3, 19-26 l Sal 57 l
l Heb 10, 19-25 l Lc 1,67-75 l

La unidad eterna del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos adentra en el amor de Dios y nos llama a participar en la obra de Dios en el mundo, que es amor, misericordia y justicia. La misericordia y la justicia no están reñidas en Dios, sino que van unidas en el amor manifestado en la alianza de Dios con nosotros y con toda la creación.
No debemos descuidar reunirnos y animarnos mutuamente, alentándonos al amor y a las buenas obras, diciendo «Dios es fiel».

Día 5 - 22 de enero

... hemos sido elegidos
para vivir en comunión

l Is 43,1-7 l Sal 133 l
l 1 Jn 1, 3-7 l Jn 15, 12-17 l

Estamos llamados a la comunión con Dios Padre y con su Hijo, y con el Espíritu Santo. A medida que nos acercamos al Dios Trino, nos acercamos unos a otros caminando hacia la unidad de los cristianos.
Cristo ha tomado la iniciativa y ha cambiado nuestra relación con Él, llamándonos amigos en vez de siervos. Como respuesta a esta relación de amor, estamos llamados a salir de relaciones de poder y de dominio y a establecer relaciones de amistad y de amor con los demás.
Llamados por Jesús, damos testimonio del evangelio tanto a los que aún no lo han oído como a los que sí lo han hecho. Esta proclamación implica una llamada a la unión con Dios y establece una comunión entre los que responden.

Día 6 - 23 de enero

... buscamos
recuperar la armonía

l Jue 4, 1-9 l Sal 34 l
l 1 Co 1, 10-15 l Lc 22, 24-30 l

La desunión refleja una distorsión del evangelio que socava la integridad del mensaje de Cristo. Reconocer el conflicto y la división es el primer paso para establecer la unidad.
Son necesarias voces proféticas que se alcen en el pueblo de Dios en momentos de conflicto y de división, confrontándonos con la necesidad de la reconciliación. Estas voces proféticas pueden hacer que el pueblo se junte en una renovada unidad para la acción.
Mientras nos esforzamos por llegar a la unidad en el mismo pensar y sentir, estamos llamados a buscar al Señor y su paz.

Día 7 - 24 de enero

... pertenecemos a Cristo

l Is 19, 19-25 l Sal 139 l
l 1 Co 12, 12-26 l Mc 9, 38-41 l

La unidad de los cristianos está ligada al designio de Dios de la unidad de toda la humanidad y, en definitiva, de la unidad de todo el cosmos. Oramos por el día en que adoraremos todos juntos, unidos en una misma fe y una misma comunión eucarística.
Estamos bendecidos por los dones de las distintas tradiciones eclesiales. Reconocer esos dones en los demás nos empuja hacia la plena unidad visible.
El bautismo nos une como cuerpo en Cristo. Aunque valoramos nuestras Iglesias particulares, todos los que invocan el nombre del Señor están con nosotros en Cristo, porque todos pertenecemos al mismo cuerpo. No hay nadie a quien podamos decir «No te necesito».
 
Día 8 - 25 de enero
... proclamamos el mensaje evangélico
l Is 61,1-4 l Sal 145 l
l 1 Co 15, 1-8 l Lc 4,14-21 l

Juntos proclamamos de nuevo la buena noticia profetizada por Isaías, cumplida en Jesús, nuestro Señor, predicada por el apóstol Pablo, y recibida por la Iglesia. Haciendo frente con honestidad a las diferencias que tenemos y a las etiquetas de cada denominación, nunca debemos perder de vista el mandato común que hemos recibido de proclamar el Evangelio de Jesucristo.
Pablo es enviado a proclamar el evangelio, «sin alardes de humana elocuencia, para que no quede anulada la eficacia de la cruz de Cristo». El camino hacia la unidad se encuentra en el poder de la cruz.
El Evangelio que proclamamos se hace tangible y relevante para nosotros cuando somos testigos de la obra de Jesucristo en nuestras propias vidas y en la vida de la comunidad cristiana.

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