viernes, 20 de septiembre de 2013

Las maravillas de Dios

En el salmo 97 recitamos: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Aplaudan los ríos, aclamen los montes”. También San Juan de Ávila tiene un sermón -predicado en la infraoctava del Corpus- cuyo tema central es el “retablo de las maravillas de Dios”. Es un sermón extenso, apoyado en textos bíblicos, con episodios del Antiguo Testamento... y muy razonado y ocurrente.

Dice el santo: “Es tan grandísima cosa la que Dios hizo en el sacramento de la Eucaristía, que porque los hombres no se espantasen de ver una cosa que a los ojos humanos parece imposible, ver a Dios hecho manjar para que le comamos, quiso Dios que luego no se manifestado”. Y recuerda el convite del rey Asuero y el comportamiento de la reina Vasti, su mujer, que cuando mando a los criados para que asistiese pues todo estaba preparado, respondió: “Andá y decí al rey que no quiero ir allá”.

San Juan de Ávila advierte: “Cuando en las historias leyéredes que se hizo algún convite, acordaos de este que tenemos entre las manos, porque a este figuraban. ¿Qué convite puede haber que sea tal como éste, en el cual Dios es manjar? ¿No es éste del que dijo Isaías, hablando del monte Sión, porque allí estaba el cenáculo donde nuestro Señor cenó el jueves de la cena y instituyó el santísimo Sacramento?” Y afirma: “Cuando comulgamos, recibimos al verdadero hombre y verdadero Dios juntamente. ¿Qué cosa se podía pensar igual a ésta? Si nos espantamos de un saborcito de una fruta o de otra cualquier cosa qué nos hace perder el tino y decir: ¡Oh, bendito sea el que te crió, ¿Qué tan dulce e tan sabroso será aquel en cuya comparación lo más dulcísimo de esta vida es amargo. Y lo más sabroso desabrido?”

Cuando el sacerdote tiene en sus manos el Sacramento dice: “Hizo una memoria de todas sus maravillas”. Y así llega el santo a esta conclusión: “¿No hacen acá los hombres memoria de sus hazañas. Pues así Dios ha hecho una memoria de todas sus riquezas y maravillas”.

Concluye san Juan de Ávila invitando a comulgar con digna preparación y siempre con amor.
 
Germán García Ferreras

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