jueves, 20 de junio de 2013

El olor de la Virgen

Un 21 de noviembre -Fiesta de la Presentación de Nuestra Señora- predicaba San Juan de Ávila en un convento de monjas, y comenzaba así el sermón: “A las festividades de la sacratísima Virgen hemos de venir con corazones fervientes y muy agradecidos. Por eso dice san Buenaventura que los que hablan de nuestra Señora han de tener en sus palabras muy gran verdad y fervor”.

Hablando de la Virgen busca expresiones y ejemplos admirables, fáciles de entender para sus oyentes. También usa los interrogantes en número exagerado, y en este sermón encontramos más de ochenta interrogantes. Era la manera de mantener la atención de los feligreses y que asimilasen mejor la lección que les daba.

San Joaquín y Santa Ana llevan a la Virgen al templo, al cumplir los tres años. Pregunta el santo: “¿Por qué queréis, Señor, que entre de tres años, que esté encerrada, que no ande por las calles? ¿Para qué entra la Niña en el monasterio? ¿Para qué la encerráis, Señor?”. Hablando de las armas de la Virgen, que son amor y recogimiento, pregunta: “¿Qué armas le pondremos para que pelee con el Señor, para que venza? ¿Son riquezas? ¿Hermosura? No, sino gran amor, su gran obediencia y virtudes que herían al Señor”.

Otros interrogantes en el mismo sermón: “¿Qué haré, padre, que me siento a rezar y estoy seco como un palo sin devoción? ¿No creeré yo, Señora, que te apiadarás de los pecadores, que te crió Dios para ellos? Mil veces ofrecía la virgen su vida por los hombres”.

“Señora -nos dirá- si pudieron tus virtudes prender el corazón de Dios, ¡qué mucho que prendan el de los hombres!”

Habla del rostro de la virgen que es de paz, rostro de alegría, rostro que sana a los enfermos y consuela a los tristes.

Y este interrogante: “¿Qué haré, que soy tentado de la carne? Ten a la Virgen por abogada, que huele a incienso muy bien, que en las plazas derramó su olor. La Virgen huele a mirra, que mata a los gusanos de la suciedad; porque, si fueres devoto de ella, sentirás deshacerse las tentaciones, como la cera delante del fuego”.

Germán García Ferreras

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