viernes, 15 de febrero de 2013

María ejemplo de la “Nueva Espiritualidad”

El pasado 2 de febrero, las campanas anunciaban una jornada especial en la ciudad de Palencia: el día de su Patrona.

A las 11.30h., el templo de la Virgen de la Calle, se llenó de autoridades y fieles que esperaban la bendición de las candelas. A continuación, partió la Morenilla camino de la Catedral donde a las 12 h dio comienzo la Santa Misa presidida por el Señor Obispo. En su homilía, Don Esteban nos recordó el mensaje que está difundiendo por toda la diócesis en la Visita Pastoral: escucha de la Palabra de Dios, oración ante el Santísimo, participación en la Santa Misa dominical y la caridad con los necesitados, teniendo a María como modelo. Al finalizar la Eucaristía, el Obispo impartió la bendición papal con indulgencia plenaria.

Homilía de Mons. Escudero en la Fiesta de la Patrona de Palencia

1. Lectura de la Palabra de Dios: «La Lectura orante de la Palabra de Dios es verdaderamente capaz de abrir al fiel no sólo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente» [Benedicto XVI, VD, 2010].

María de Nazaret es ejemplo de la escucha creyente de la Palabra divina. Ella, desde la Anunciación hasta Pentecostés, se nos presenta como mujer enteramente disponible a la voluntad de Dios, incondicionalmente dócil a la Palabra divina (cf. Lc 1,38) [Benedicto XVI, VD, 2010].

Ella es la figura de la Iglesia a la escucha de la Palabra de Dios. Virgen a la escucha, vive en plena sintonía con la Palabra divina; conserva en su corazón los acontecimientos de su Hijo, componiéndolos como en un único mosaico (cf. Lc 2,19.51) [Benedicto XVI, VD, 2010].


2. Adoración eucarística: «Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el arte de la oración, ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos de conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento?» [Benedicto XVI, 2006].

La mirada embelesada de María al contemplar el rostro de Cristo recién nacido y al estrecharlo en sus brazos, ¿no es acaso el inigualable modelo de amor en el que ha de inspirarse cada comunión eucarística? [Juan Pablo II, EE, 2003].

Cuando, en la Visitación, lleva en su seno el Verbo hecho carne, se convierte de algún modo en «sagrario» -el primer «sagrario» de la historia- donde el Hijo de Dios, todavía invisible a los ojos de los hombres, se ofrece a la adoración de Isabel, como «irradiando» su luz a través de los ojos y la voz de María [Juan Pablo II, EE, 2003].

3. La Eucaristía crea comunidad: «Mediante la comunión del cuerpo de Cristo, la Iglesia alcanza cada vez más profundamente su ser “en Cristo como signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (VAT II, LG 1) /…/ La Eucaristía, construyendo la Iglesia, crea precisamente por ello comunidad entre los hombres» [Juan Pablo II, EE, 2003].

María estaba junto con los Apóstoles, «concordes en la oración» (cf. Hch 1, 14), en la primera comunidad reunida después de la Ascensión en espera de Pentecostés. Esta presencia suya no pudo faltar ciertamente en las celebraciones eucarísticas de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos «en la fracción del pan» (Hch 2, 42) [Juan Pablo II, EE, 2003].

¿Cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: «Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros» (Lc 22, 19)? Aquel cuerpo entregado como sacrificio y presente en los signos sacramentales, ¡era el mismo cuerpo concebido en su seno! Recibir la Eucaristía debía significar para María como si acogiera de nuevo en su seno el corazón que había latido al unísono con el suyo [Juan Pablo II, EE, 2003].

4. La caridad cristiana: «Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a él, partícipes de su misma caridad. Abrirnos a su amor significa dejar que él viva en nosotros y nos lleve a amar con él, en él y como él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente “a actuar por la caridad” y él mora en nosotros /.../ Para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista» (Benedicto XVI Cuaresma 2013).

Entre los Santos, sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad. El Evangelio de Lucas la muestra atareada en un servicio de caridad a su prima Isabel, con la cual permaneció «unos tres meses» (1, 56) para atenderla durante el embarazo. «Magnificat anima mea Dominum», dice con ocasión de esta visita -«proclama mi alma la grandeza del Señor»- (Lc 1, 46), y con ello expresa todo el programa de su vida: no ponerse a sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo [Benedicto XVI, DCE, 2005].

«Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 27) -se hace de nuevo verdadero en cada generación. María se ha convertido efectivamente en Madre de todos los creyentes. A su bondad materna se dirigen los hombres de todos los tiempos y de todas las partes del mundo en sus necesidades y esperanzas, en sus alegrías y contratiempos, en su soledad y en su convivencia. Y siempre experimentan el don de su bondad; experimentan el amor inagotable que derrama desde lo más profundo de su corazón” [Benedicto XVI, DCE, 2005].

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