lunes, 9 de julio de 2012

El dinero... ¿tiene conciencia?

Sabido es que el dios dinero no tiene conciencia. Ni color. Ni ideología. Ni religión alguna. Pero, teniendo en cuenta que el dinero es un medio para vivir, y dado que el verdadero Dios quiere que a nadie le falte lo necesario, habrá que empezar por darle alguna función social y caritativa. ¿Y cómo?
En primer lugar, generando aquellas condiciones sociales que permitan crear suficientes puestos de trabajo para que la gente se gane dignamente la vida. Y en segundo lugar, no derrochando irresponsablemente lo que otros necesitarían urgentemente para vivir.

Pero, ¿a dónde vamos, si especuladores, manipuladores de los mercados, piratas y filibusteros de todos los pelajes y cataduras se adueñan de nosotros, y no sólo de nuestros ahorros, sino también de nuestras vidas? Especulando y manejando los mercados sin conciencia alguna, ¿a dónde nos quieren llevar todas esas personas (o personajillos) que medran en la sombra, sin rostro ni escrúpulos?

¿Quiénes nos gobiernan? ¿Los políticos? ¿Los mercados? ¿En qué manos estamos? Los ciudadanos de a pie apenas entendemos algo de este galimatías que es la economía y que, por añadidura, se nos ha trocado en un monstruo que devora ilusiones, esperanzas y el futuro de nuestros jóvenes.

Los que practican la religión del culto al dinero, cuyo dios es su propio interés individualista e insolidario, y cuya meta consiste en incrementar sus beneficios sin ningún planteamiento ético, no nos van a arreglar generosamente nada.

El capitalismo liberal lo tiene claro: si hay ganancias, se las apropian ellos, se las reparten tan ricamente unos pocos ¿Y si hay pérdidas? También esto lo tienen previsto. Las pérdidas nos las pasan a nosotros. O en todo caso se socializan, se reparten y “prorratean”, como dicen ellos.

Pongamos el ejemplo de un banquero que sea mal gestor, infiel y poco previsor. Si tiene que dejar el cargo (obligado a dimitir) debe ser generosamente “indemnizado”. Pero si ustedes habían confiado al banco de marras sus ahorros, sólo les regalarán un pañuelo para que se limpien las lágrimas del desconsuelo. ¿No es esto una inmoralidad? Cierto que lo es. Pero, insisto, el dinero no tiene conciencia. Y los que venden su alma a las riquezas, tampoco. Rusia está vendiendo armas a Siria. Con ellas se hacen suculentos negocios, además de arrasar multitud de vidas inocentes.

Pero permítanme sólo un desahogo más. Arriba dije, también, otra cosa: “El dinero no tiene color”. No es ni blanco ni negro (no es racista). Tampoco tiene color político: le da igual “derechas” que “izquierdas”. Con tal de que le rindan pleitesía, al dios dinero le tienen sin cuidado las ideologías. Lo mismo admite en su religión a “progres” que “retros”, a lobos implacables que a otras bestias más o menos asilvestradas. Es amigo de chinos, europeos y americanos. No tiene problemas con el color de la piel.

Y sin embargo hay una cosa que no le da igual al dios dinero: la inseguridad, las turbulencias y el miedo. Cuando, en cualquier país, el dinero huele algún pestazo que interpreta como desastre, se pone enseguida nervioso. Y se esconde. O huye a paraísos tranquilos, templados, lejanos, en donde no se le moleste.

Y es que el dios dinero, además de no tener conciencia ni corazón, es cobarde. Y como es atractivo, se le abren enseguida todas las puertas. Y hasta se le permite, como a los niños pícaros y consentidos, hacer de todo sin ser molestado.

¿Entienden ustedes ahora por qué Jesús dijo que “no se puede servir a Dios y al dinero”?

Eduardo de la Hera Buedo

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