sábado, 25 de febrero de 2012

Carta de un escéptico en materia política

Mi querido amigo: ¿Qué ideas luminosas, qué proyectos ilusionantes, qué propuestas a las que podamos dar un “sí” rotundo, han salido del último congreso de los socialistas en tierras andaluzas? Más allá de las grandes proclamas, de los tópicos y lugares comunes, más allá del habitual lenguaje mitinero, algunos, como ciudadanos y como cristianos, no hemos escuchado nada que nos movilice, nada que toque las fibras de nuestro corazón. ¿Será que tenemos estas fibras secas e insensibles? ¿Nos hemos hecho duros de oído al discurso político?

Las utopías de la izquierda hace mucho tiempo que andan rodando por el suelo. Quizá porque las utopías huyen de los partidos políticos, que tienden a ser, en el mejor de los casos, meros “gestores de la cosa pública” y, en el peor de los casos, un medio para el enriquecimiento personal, no siempre honesto. Pero es que, me parece, que la utopía huye de todo aquello que se institucionaliza férreamente. También huye de lo eclesiástico, a nada que nos descuidemos.

¿Tú recuerdas aquellos tiempos en los que algunos decían que el Reino de Dios pasa por un socialismo de rostro humano? Creíamos en la importancia y en el valor de “lo político”. Hablábamos de lo político como mediación en la construcción de una sociedad mejor, más justa, más libre y fraterna. Ahora, a tiempo pasado, hemos “redimensionado” algunas ideas en las que, tal vez, pusimos demasiado énfasis y entusiasmo. ¿Es cosa de la edad? Me temo que no.

Mi querido amigo, ¿tú has escuchado, en este congreso, alguna idea para mejorar la convivencia en España? ¿Ha salido de este congreso algún proyecto luminoso para frenar el paro? ¿Qué respuesta han tenido para contribuir a remontar esta crisis económica que nos hunde en la miseria? Sólo hemos escuchado lo de la reforma del Concordato con la Santa Sede. Estoy perplejo. El Concordato de 1953 ha dejado de estar en vigor desde hace ya muchos años. Desde que en 1979 se firmaron cuatro acuerdos con la Iglesia Católica.

Parece que estos señores se han centrado más en la pelea por el sillón y en la lucha por el poder, que en ideas entusiasmantes. ¿Será que quedan pocos, muy pocos (casi contados), los políticos (a la izquierda y a la derecha) que nos puedan entusiasmar con algo? ¿Nos habremos vuelto los españolitos escépticos también en materia política?

No sé. Pero tal vez podamos hacer una lectura creyente de todo esto. La fe en Jesucristo, si es auténtica (no, desde luego, si es un apaño), nos libra de muchos demonios. Por supuesto del demonio del poder como medro personal, sea este poder del color que sea: izquierdoso, derechoso, político, económico y hasta eclesiástico. Ahora entendemos por qué Jesucristo le tuvo tanto miedo al poder. Y prefirió, antes que la acción, aquello de la conversión o transformación del corazón. Sin “metanoia” o “conversión” muchas cosas “pueden cambiar” para que, una vez maquilladas, todo “siga igual”.

No dudamos de que se necesita hacer operativa la fe en eso que llamamos “compromiso” social, político y cultural. Pero muchos prefieren realizar un compromiso social cristiano en voluntariados, actividades sociales organizadas y en otros lugares más humildes que en el del cargo político. Supongo que los que han optado honestamente por el servicio en la política (que también los hay) sabrán entenderlo. Y, si son honrados, lo verán como un aviso y una exigencia. También (y sobre todo) si son cristianos. Un cordial saludo.

Eduardo de la Hera

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