viernes, 6 de enero de 2012

Los Reyes Magos

Nos lo cuenta el evangelista san Mateo en el capítulo segundo. Y san Juan de Ávila, en sus sermones lo reduce a esta afirmación: “Buscar y hallar a Cristo”. Y a otra, no menos interesante y trascendental: “Quien no busca a Cristo no le puede hallar”.

La fuerza de la Fiesta de la Epifanía, de los Reyes Magos, no está en postrarse, adorarle de rodillas y ofrecerle sus tesoros: oro, incienso y mirra. Antes hay que mirar al cielo, contemplar las estrellas y seguir el camino, senda, que marca una estrella. Lo importante es buscar a Cristo y, dejándose llevar, no por los astrólogos de la tierra y sabiduría humana, sino por los “rayos divinos” que son las inspiraciones del Espíritu Santo. “Divinos astrólogos” dice san Juan de Ávila comentando el capítulo nueve de Isaías. Y predica en la Fiesta de los Reyes Magos: ”No hay cosa que más lastime mi alma como ver que ya ha nacido Dios y que ya ha llorado y derramado su sangre, y sufrido la muerte de cruz, y que no haya quien se aproveche de ello, de lo cual se queja por el profeta Isaías”.

“Grandísima lástima -sigue afirmando- es ver los hombres perdidos, siendo Dios nacido por su remedio. Esto, pues, ha de obrar en nosotros el saber que es nacido que nos haga salir a le buscar. El hombre que sale de su propia voluntad y de sus deleites y placeres, ese tal sale de su tierra -como Abraham- y hallará a Dios”.

Y exclama: “¡Oh bienaventurados Reyes, qué determinados venís a buscar al Rey, pues no teméis entrar tan a peligro de las vidas por Jerusalén! ¡Dichosos hombres que, antes que conociesen a Cristo, iban aparejados para morir por Cristo!” Más aún: “Los hombres que por miedo, por vergüenza, dejan de servir a Dios y se vuelven atrás de lo comenzado, no son buenos para el cielo”.

Lo primero y principal, como los Reyes Magos, es buscar a Cristo y entonces, si hay constancia y valentía, se le encontrará. “Es -nos dirá San Juan de la Cruz- despojarse de uno mismo para revestirse de Dios”. Y Dios está en lo más profundo de nuestra alma.

Germán García Ferreras

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