viernes, 11 de noviembre de 2011

Una castellana a los altares

Su Santidad Benedicto XVI ha canonizado a la madre Bonifacia Rodríguez de Castro, mujer sencilla, trabajadora y controvertida en su tiempo; beatificada por Juan Pablo II el año 2003. La Iglesia reconoce y manda que se dé culto universal a una nueva santa castellana que, con especial virtud, vivió dedicada al trabajo humilde y sencillo.

Nace un 6 de junio de 1837 en Salamanca, en una calle próxima a las Catedrales, la Clerecía y la Universidad. Sus padres, Juan y Natalia, trabajadores honrados y religiosos, la educaron en un ambiente de trabajo, solidaridad con los pobres y humildad. Desde muy joven conoce la dureza de la vida. Al perder a su padre se ve obligada a trabajar como cordonera para ayudar a la precaria economía familiar.

Con el tiempo establece en su modesta vivienda un taller de cordonería y otras labores, donde acoge a jóvenes salmantinas y desarrolla su trabajo en un clima de espiritualidad que la lleva a constituir la Asociación Josefina de la Inmaculada y San José.

Observadora de la realidad y dotada de una gran inteligencia, impulsada por su director espiritual, el jesuita Francisco Butinyá, funda la Congregación de las Siervas de San José. Se trata de un proyecto novedoso de vida religiosa femenino inserto en el mundo del trabajo, cuyas constituciones aprueba el obispo Lluch i Garriga en 1874 con el carisma de lograr la santificación por medio de la oración y el trabajo y preservar del peligro de perderse a las pobres que carecen de él. Bonifacia apuesta por la mujer trabajadora que, en los límites de la marginación y de la injusticia, permanecía relegada al trabajo del servicio doméstico. En esta misión colabora con ella su madre que también había profesado con el nombre de madre Carmen Castro.

La realidad histórica compleja del momento, hace que el padre Butinyá, tenga que ausentarse de Salamanca. El nuevo superior eclesiástico nombrado para sustituirlo, no capta la hondura evangélica de esta forma de vida tan cercana al mundo del trabajo.

Humillaciones, rechazo, desprecios y calumnias recaen sobre ella, siendo destituida de su condición de superiora. La respuesta de Bonifacia es el silencio y el perdón. Ante esta situación propone al obispo de Salamanca, la fundación de una nueva comunidad en Zamora. Sale acompañada de su madre camino de esta ciudad el 25 de julio de 1883, llevando en su corazón el Taller de Nazaret. En Zamora se entrega con toda fidelidad a la causa de los pobres y desvalidos cumpliendo fielmente el carisma primigenio de la Congregación.

La aprobación pontificia de la Congregación de Siervas de San José, es concedida por el Papa León XIII en 1901 quedando excluida la casa de Zamora y sin el reconocimiento de su fundadora. Este fue el momento cumbre de su humillación, y donde demuestra sus heroicas virtudes respondiendo con el perdón y el silencio, expresión de fortaleza, fe y caridad.

Sin resentimiento, reiteradamente suplica la unidad de las casas de Salamanca y Zamora. Sus peticiones fueron inútiles el rechazo de la casa de Salamanca se mantiene, viviendo hasta el fin de de su vida en el mayor aislamiento y soledad, despreciada y abandonada por la Congregación que fundó.
Falleció con fama de santidad el 8 de agosto de 1905. “Ha muerto una santa” fue la frase que acompañó la noticia.. La ansiada unión que no pudo ver tuvo lugar en 1907.

Las Siervas de San José (josefinas) llegaron a Palencia el 16 de junio de 1953 con la finalidad de abrir un centro vocacional. Pronto se edifica el actual Colegio San José, en la Avda. de Madrid. Ha sufrido varias modificaciones, adaptándose a las nuevas exigencias de la sociedad y convirtiéndolo en lugar idóneo para una educación integral que apuesta por el futuro. Hoy es un Centro bilingüe y concertado en los niveles de E. Infantil, Primaria y Secundaria. La comunidad religiosa, un grupo de 23 profesores/as y cinco colaboradoras/es apuestan por el objetivo primordial de que los valores de su fundadora Bonifacia Rodríguez, se transmitan a todos intentando reflejar la Familia de Nazaret.

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